En el juego libre es el niño/a el que decide cómo, qué y con quién quiere jugar, establece sus propias reglas, elige los materiales y decide el final del juego sin la intervención del adulto. Entendiendo de este modo el juego, es fácil asumir que jugar implica probar límites, arriesgarse, ir un paso más de lo permitido y ser capaces de romper las reglas. De ese modo podrán desarrollar mejor su autonomía y creatividad.
Está claro que no todos los/as niños/as tienen las mismas necesidades, los hay más “caseros” y más “callejeros”, más “movidos” y más “tranquilos”, pero por encima de estas diferencias los/as niños/as necesitan mucho tiempo de juego libre, no dirigido y, a ser posible, al aire libre.
Entre los 2 y los 6 años es cuando aparece el juego simbólico. El niño/a juega a imitar: juega a que cocina, a mamás y papás, a que es conductor de coches o un dinosaurio gigante. Desde el aula, se intenta dar respuesta a estas necesidades de juego de los niños y niñas. Es por ello que se recrean diferentes zonas de juego, tales como la cocinita, zona de bebés, de cuentos, de juegos de mesa, de construcciones, de disfraces… modificándose estas zonas en función de las necesidades e intereses de los niños y niñas.